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¿Cuántas veces ha surgido un conflicto en casa o en el trabajo por algún detalle que creíamos sin importancia?

En su origen, un conflicto puede ser repentino o fortuito, pero sus efectos pueden ser incalculables.

A menudo no somos conscientes de las repercusiones que pueden conllevar una determinada palabra o una acción para desencadenar un conflicto.Un simple comentario o una actividad cualquiera pueden convertirse en una fuente de problemas.

En realidad, no importa tanto su origen como la manera de afrontarlo. Podemos encontrarnos ante situaciones complicadas por variados motivos, muchos de ellos fuera de nuestro alcance. Nuestra propia familia puede arrastrar los efectos de una antigua disputa que se mantiene hasta nuestros días. Al incorporarnos a un nuevo puesto de trabajo descubrimos una mala relación enquistada dentro de la plantilla. Así visto, el conflicto es inherente a la vida en sociedad y debemos asumirlo como algo natural.

Pero es distinto crear un conflicto a encontrárnoslo ¿Hacemos una prueba? ¿Nos atrevemos a fabricar un conflicto? La experiencia nos dice que sí y seguro que la imaginación nos puede ayudar mucho. Pero no queremos llegar demasiado lejos en este experimento o podríamos crear algo de lo que nos arrepintiéramos demasiado tarde. Vamos a dejarlo en un simple malentendido y nos serviremos de una referencia literaria.

Joseph Campbell fue un profesor estadounidense especializado en mitología. Sus obras nos recuerdan que la historia de la humanidad está dominada por los mitos. Historias que trascienden el tiempo y que nos ayudan a comprender quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. Y, aunque parezca paradójico, seguimos confiando en ellos. Cualquier serie de televisión a la que seas aficionado es una buena prueba de que los mitos perviven en la actualidad.

Pues bien, en su libro El poder del mito, nos recuerda la existencia del dios bromista. De acuerdo con la tradición yoruba (grupo étnico y religioso en Nigeria y Benín), entre las múltiples deidades y espíritus protectores se hallaba Edshu, el bromista. Existen varias versiones de este relato y ofrecemos una adaptación de la misma que puede servir para enseñar los orígenes de un conflicto:

“Cuentan que una vez que Edshu, el dios bromista, quiso divertirse con dos granjeros cuyas tierras lindaban entre sí. Para ello, hizo aparecer por medio de la magia un sombrero bicolor: por un lado era rojo, por el otro azul. Se lo colocó en la cabeza y así ataviado se paseó por ambas granjas.
Pasó en primer lugar por una de ellas, dejando ver únicamente un lado del sombrero. Desde lejos, saludó efusivamente al primer granjero, a quien no dejaba de enseñar el perfil de su nuevo sombrero rojo. El granjero se maravilló de los intensos tonos rubíes y le felicitó por tan buena adquisición.
A continuación, cuando el granjero desapareció de su vista, se paseó en sentido inverso, llamando al segundo granjero y mostrando su nuevo sombrero azul. El segundo granjero le hizo notar los matices zafiro y aguamarina del mismo y le preguntó dónde podía conseguir uno. Henchido de satisfacción, Edshu se marchó.
Al finalizar el día, ambos granjeros se encontraron y comentaron lo bonito que era el sombrero de Edshu. Uno defendía que era de color azul, el otro que de color rojo. Como no se ponían de acuerdo, pronto estalló la discusión. El enfrentamiento pronto se extendió entre sus familias y se extendió por toda la comunidad, creando dos bandos irreconciliables entre quienes defendían el sombrero rojo y el sombrero azul. Y no solo se enfrentaban por el color: cada grupo insistía en que el sobrero de su color era más bonito y vistoso que el otro.
Finalmente, ambos granjeros fueron llamados ante el consejo que presidía la ciudad. Y a pesar de las numerosas preguntas y las amables palabras que intentaban transmitir los ancianos, no lograban que los granjeros cambiaran su opinión sobre el color del sombrero. Cuando todo parecía perdido, surgió entre la multitud una cara sonriente. No era otro que Edshu, que se mostraba divertido con la situación.
Llevaba en la cabeza su colorido sombrero, que mostraba un color distinto según se colocara de uno u otro perfil. Todo el mundo comprendió entonces que los granjeros habían sido engañados y que todo había sido una broma. La mujer más anciana del consejo, que lo presidía, preguntó entonces al dios por qué había enfrentado a dos buenos vecinos con algo tan trivial. El dios bromista se limitó a encoger los hombros y a: “Está en mi naturaleza. Simplemente me divierte crear conflictos”. A continuación, estalló en carcajadas y se marchó por donde había venido”.

 

 

La moraleja de esta historia está sujeta a varias interpretaciones. Conte (2009: 81-82) utiliza este mito para explicar el concepto de empatía desarrollado por Carl Rogers. Personalmente, me gusta más la que proporcionó Campbell (1991: 302) cuando explicó el verdadero papel de Edshu en el universo mitológico:

 “Cualquiera que sea el sistema de pensamiento que tengas, de ninguna manera puede incluir la vida sin límites. Cuando piensas que las cosas son de un modo determinado, llega el bromista y todo estalla, y tienes que cambiar y transformarte una vez más”.

En ambos casos, tanto si hablamos de empatía como de adaptabilidad al cambio, el conflicto está en su base. Y del mismo modo que hemos presentado una manera de crear rápidamente un conflicto, también está la manera de desactivarlo. Por eso, ante un malentendido, siempre debemos contar con todos los datos. También debemos desviar nuestra atención sobre los detalles y hacernos una idea general de la situación. De este modo, tendremos herramientas adecuadas para prevenir o, al menos, gestionar una situación conflictiva. Y también tendremos una buena historia para contar. Con un sombrero rojo. ¿O era azul?

Referencias

  • Campbell, J. y Moyers, B. (1991). El poder del mito. Barcelona: Emecé editores.
  • Conte, C. (2009). Advanced Techniques for Counseling and Psychotheraphy. New York: Springer.

Fuente de la imagen: Adaptado de  http://<a href=’http://www.freepik.es/vector-gratis/coleccion-sombreros-masculinos_770803.htm’>Designed by Freepik</a>

Salvador Garrido Soler

Salvador Garrido Soler

Doctor en Derecho. Experto en Mediación de Conflictos y Comunicación

 
“No preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si marchamos por el mismo camino”. Johan Wolfgang von Goethe.

 

Por mi formación soy jurista y por mis experiencias quiero ir mucho más allá de lo que establecen las leyes. A lo largo de todo este viaje he aprendido que lo más importante son relaciones que forjamos con otras personas y que las normas que regulan estas relaciones deben fundamentarse en el respeto, el compromiso y el diálogo...

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«Lo mejor que podemos hacer por otro no es sólo compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas»

(Benjamin Disraeli)

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